EL DIFÍCIL ARTE DE SER PADRES Y MADRES

mayo 20, 2020







Cómo convertirse en padres...adiós a las recetas




Tener un hijo no vuelve padre o madre en horas. Ha de pasar mucho tiempo antes de que se sienta satisfacción por la obra realizada al educar a los hijos. Algunos nunca llegan a sentirse enteramente satisfechos y otros ni siquiera consiguen acercarse a un estado aceptable de satisfacción. Cuando alguien decide aprender un oficio, existen las instituciones encargadas de enseñarle; sin embargo, cuando se decide tener un hijo no hay otra forma de aprender que el ensayo y error en el ejercicio cotidiano de las funciones parentales y en algunos casos repitiendo o rechazando aquellas acciones que vieron ejecutar a sus propios padres. En estas líneas se reflexiona acerca de las acciones que nos vuelven padres.
         
Es cierto que ser padre o madre aun en condiciones normales, cuando se trata de un hijo deseado, comporta algunas dificultades; de ahí que la expresión “cuesta tanto trabajo”, no esté totalmente desacertada.
La realidad de la crianza de los hijos demuestra que es necesario pasar por experiencias que en ocasiones superan el inicial arrobamiento cuando en la maternidad ponen en las manos de los padres a su retoño. No se trata solamente de las noches en vela cuidando alguna enfermedad infantil o de las pequeñas discusiones hogareñas entre los padres cada uno empeñado en vaticinar cómo será su futuro.
Se trata ante todo de comprender la propia imperfección para enfrentar la tarea. Ningún padre o madre es perfecto. No es raro encontrar incluso a padres muy amantes de sus hijos que en ocasiones hacen cosas negativas, por ejemplo, pegarle una bofetada o darle una mala respuesta. Puede tratarse de una reacción aislada o un “mal momento”, pero si es la forma cotidiana de actuar frente al niño, es entonces necesario buscar ayuda profesional pues puede tratarse de un deficiente control de impulsos que bien sea o no pasajero, requiere alguna orientación.
En el mundo actual puede encontrarse diversidad de materiales semejantes a este que ofrecemos que persiguen la aproximación de los padres al mundo de la educación infantil. De igual modo en diferentes entornos se desarrollan diversos programas dirigidos a incrementar la preparación de la familia para esa importante tarea. A pesar de ello es común que a los familiares les resulte muy difícil poner en práctica lo que se promulga en libros, cuadernos y programas para la educación de padres.
Es que la actuación para con los hijos está mediada no sólo por los conocimientos que sobre educación infantil posean los padres. Ante todo debemos ubicarnos que los padres son seres humanos sometidos a las presiones y exigencias de la vida cotidiana, dotados de emociones y sentimientos que no siempre poseen una carga positiva. Si nos ubicamos en los retos que impone la crianza de los hijos y la cuota de sacrificios que entraña, es fácil comprender que en no pocas ocasiones se activen emociones de valencia negativa que provoquen una respuesta de igual valor, aunque posteriormente el arrepentimiento por una palabra o una acción mal dirigidas sean la consecuencia.
De lo dicho anteriormente pudiera pensarse que llegamos a un punto muerto. Los especialistas se esfuerzan por dotar a los padres de conocimientos útiles en materia de educación infantil, sin embargo, estos no siempre logran ponerlos en práctica. Retomando un antiguo refrán cabe decir que de nada vale llorar sobre la leche derramada, es necesario continuar buscando soluciones.
Debe tratarse mas bien de que cada familia identifique no solamente lo que no sabe, si no lo que siente cuando algo no sale bien en relación con los hijos, de modo tal que se pueda llegar realmente a cubrir sus necesidades en torno al manejo de los mismos las cuales no siempre son relativas al conocimiento.
Evidentemente ser padres y madres no resulta tarea fácil. En otros momentos de este propio material he referido la preparación únicamente empírica que para tal función se recibe, sobre la base de la propia experiencia como hijos, por referentes familiares cercanos de crianza como hermanos, tíos, etc.; o sencillamente probando por ensayo y error qué conducta es mejor o peor en relación a los hijos.
Lo que sí es incuestionable es que ningún hijo pide ser traído al mundo. Esta es una decisión de los padres. De modo tal que es también únicamente de ellos la responsabilidad de que lleguen a él, vivan en él y crezcan en él. Y cuando refiero crecer en el mundo no lo hago simplemente pensando en indicadores antropométricos, sino sobre todo, en el crecimiento como seres humanos que incluye no solo el aspecto físico sino también el espiritual.
Entonces, con independencia de los temores, ansiedades o inseguridades que su crianza provoque, la única deuda que nunca sería posible saldar con respecto a los hijos sería la del abandono. Incluso quienes tenemos profesiones relacionadas con la educación o somos especialistas en el comportamiento humano, podemos  como cualquier otra persona ser vulnerables al temor de no desempeñarnos bien como padre o madre; sin embargo, ello no nos limita para continuar emprendiendo la comprometida tarea de educar, convivir y favorecer el crecimiento saludable de los hijos de diferentes familias, incluida la nuestra.
No es la carne y la sangre, sino el corazón, lo que nos hace padres e hijos.
Schiller

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