¿CÓMO PONER LÍMITES A LA RELACIÓN CON LOS HIJOS ADULTOS?

febrero 24, 2023

 



EL PROBLEMA DEL NIDO VACÍO.  CÓMO DEJAR QUE LOS HIJOS  ADULTOS ABANDONEN EL NIDO FAMILIAR

En mis años de trabajo en consultorio de orientación psicológica, en más de una ocasión he atendido la demanda de ayuda de padres y/o madres de familia para el manejo de la forma en la cual sus hijos adultos han abandonado el hogar que los vio nacer. En no pocos casos este ha sido un proceso doloroso, con fustraciones de ambas partes, que pudieran haberse evitado.
Cuando miramos en el reino animal al cual a veces y erróneamente  no consideramos nuestra pertenencia como especie, observamos cómo las crías se independizan y abandonan la manada, porque este es un suceso natural que guarda relación con la sobrevivencia de la especie; en cambio, dentro de la  humana, este puede ser un momento cargado de gran emocionalidad, agregada por el significado que el proceso de socialización le ha otorgado a la relación entre padres e hijos.
La vida es un ciclo sin fin, todo nace, crece, se desarrolla y muere, por tanto, no hay que negar que como parte de su crecimiento cada individuo tenga etapas que transitar con sus propias funciones y tareas por cumplir. Llegado el momento, cada hijo nacido en un nido humano, habrá crecido lo suficiente como para buscar de manera independiente su  comida y su refugio. Algo que suele ignorarse es que, en la medida en que ese hijo ha ido creciendo, los padres se han ido desgastando y llegado el momento ya no estarán en la posición de proveer sustento y cuidados a un vástago en desarrollo, de lo cual este mismo deberá encargarse. Por tanto, más allá de la emocionalidad de la separación, los padres deberían entender que no pueden por siempre, incluso por razones biológicas relacionadas con su propio envejecimiento, encargarse de sus hijos. Pero, esto no es tan fácil.
Cuando en una familia se decide tener un hijo, varias son las motivaciones que se hallan tras la decisión. En el caso de los padres, muchas veces un hijo es visto como la continuidad de si mismo, como un proyecto personal sobre el cual se estarán depositando las mejores influencias, con el fin de llevarlo hasta su adultez como individuo. Algunos padres incluso, piensan en ese hijo como su refugio en la vejez, pero la vida es mucho más compleja y aun no conozco una familia que pueda afirmar que lo que proyectaron para sus hijos pudieron alcanzarlo tal cual lo planearon. Lo que si está claro es que el advenimiento de un hijo viene acompañado de un fenómeno psicológico llamado expectativa, tal vez la de más duración que alguien pueda tener, pues deben pasar varios años antes de saber si se cumplió o no.
Hemos hablado de los padres y cómo tienen expectativas respecto a sus hijos. Estas expectativas a lo largo de la niñez , estos las van enfrentando y crea en algunos la sensación de tener un compromiso con los padres, sin embargo, todos esos hijos en la medida en que van creciendo van generando sus propias expectativas que ya no solo están centradas en sus padres, sino en un ente superior llamado vida el que les atrae inexorablemente.
Es claro que llega el momento en que una persona deja de ser niño, se convierte en adulto y pasa a ser responsable de su propia tutela y gestión, lo que, además, se convierte en un derecho individual. Esta situación que es perfectamente natural, no debiera convertirse en un problema. La cuestión aquí sería cómo organizar este proceso para que sea positivo para todos los involucrados y que el proceso de verificación de expectativas no se convierta en un suceso traumático para ninguno. Todos los seres humanos crecemos como sujetos psicológicos hasta nuestra muerte física, por tanto, más allá de la separación del nido, hijos y padres van a continuar creciendo pero con funciones diferentes y si el proceso de separación del nido es óptimo, en la misma dirección,aunque con sentidos diferentes: Ambos como adultos pero con nidos propios. Llegado el momento, los hijos se van del hogar paterno, pero este abandono físico no tiene porqué ser también abandono emocional, ahora llegó el momento de mantener el vínculo con los padres, como adultos iguales, con responsabilidades diferentes en una relación de no dependencia mutua.

¿Cómo reordenar sus relaciones con los hijos que llegan a la adultez?

Una de las cuestiones que suelen preocupar a los padres cuando los hijos llegan a la edad adulta tiene que ver con la manera en que estos gestionan su adultez. Luego de muchos años, llegó el momento en que estos se responsabilicen con su propio sustento y tengan que cumplir con determinadas responsabilidades sin la supervisión de los padres. Este es un momento que genera mucho estrés. Los padres temen que sus hijos adultos no sean capaces de sostenerse con sus propias piernas. Toca reorganizar el tipo de relaciones que se ha mantenido con ellos desde el nacimiento. Donde siempre predominó el afecto, ahora el respeto viene a gobernar aunque no desaparezca el afecto. Justamente ahí viene la primera recomendación:

Deje a sus hijos ser adultos:  Ningún adulto es el fruto de un día, la verdadera adultez se alcanza cuando somos capaces de andar con nuestras propias piernas y volar con nuestras propias alas. Nuestro aprendizaje en la adultez tiene una base importante en lo que aprendimos durante la niñez, pero se nutre, especialmente, de las experiencias que adquirimos en la propia adultez. Si nuestros padres están ahí, para determinar qué y cómo aprendemos, no seremos los actores de nuestro aprendizaje. Por tanto, hay que dejar que cada uno tenga sus propias experiencias, todas ellas, las positivas y las negativas enseñan. Deje a su hijo construír su propia historia, la que pasados unos años podrá contar a sus propios nietos.

Mantenga una comunicación continua y fluida: Es lamentable ver cómo en algunos casos una maravillosa relación padres-hijos durante la niñez, se convierte en un campo de batallas al arribar estos últimos a la adultez. En la medida en que sus hijos se van volviendo adultos, genere espacios de conversación frecuentes. No deje la conversación solo para temas que considere importantes para usted o para él, dése el tiempo de saber qué es realmente importante para su hijo, se asombrará al darse cuenta que no siempre van a coincidir pero si lo harán en muchos casos, no se olvide que usted fue su maestro, así que un poco de su pensamiento está en él, pero con ojos nuevos. Trate de descubrir sus expectativas, no con sermones, hable a su hijo como lo haría con otro adulto cualquiera, de tú a tú, no establezca rangos ni ponga etiquetas, sea capaz de reír y compartir la risa. No trate de demostrar que usted es un maestro de vida, porque usted sabe que no lo es, solo ha vivido un poco más. Dele a su hijo la oportunidad de descubrir que usted se ha equivocado pero  ha procurado remediarlo porque eso hacen las buenas personas.

Libere a su hijo: Si usted olvidó sus miedos cuando llegó a adulto, sería bueno que lo recordara para que pueda entender cuán confundido puede estar su hijo, pero un primer momento de suma importancia para él, es saberse libre para tomar decisiones y eso no sucederá si usted no lo libera. A veces suelen darse situaciones ambiguas del tipo, "no se qué me toca hacer o en qué mis padres me seguirán apoyando". Propicie desde la adolescencia situaciones como "Te apoyo financiando los materiales para tu proyecto de curso pero siéntete libre de hacerlo y asumir la calificación". De ese modo se van creando premisas como, "mis padres están ahí para apoyarme, pero soy el jefe del asunto". Los padres no deben ser responsables por siempre de los actos de sus hijos, ni estos deben sentir que sus padres son sus cuidadores por siempre. En una relación sana entre los padres y sus hijos adultos es característica la libertad de hacer y decir para ambas partes y la toma de acuerdos en los que cada uno aporte una parte para dirimir diferencias de opinión.

No imponga: No busque controlar la libertad de sus hijos adultos con imposiciones, tampoco se autovictimice para que se mantengan a su vera.  Envíe adultos independientes a la vida. Esté dispuesto a apoyarlos, cuando lo necesiten pero no fuerce su apoyo, dele tiempo para que lo solicite. Esté disponible cuando le pida consejo, ayuda o apoyo; entregue su sabiduría sin sermonear ni alardear, su hijo es joven, aun no ha aprendido lo que usted, ya lo está haciendo cada día, con cada nueva experiencia. No haga distinciones entre sus hijos adultos solteros y los casados. Todos tienen igual derecho a su independencia y a tomar sus decisiones. Para sus hijos debe quedar claro que a partir de su adultez hay decisiones que son suyas solamente: la profesión, el trabajo, la selección de la pareja, el número de hijos, etc. forman parte de una larga lista de eventos para los que no cabe esperar ayuda de sus padres, le toca a él tomar decisiones.

Si ya no puedo decir a mis hijos qué hacer ¿para qué sirve mi vida?

Así opinan algunos padres de mediana edad cuyos hijos han alcanzado la adultez, parece que con ello se les acabó la vida y ya nada pueden hacer. Para cumplir con las recomendaciones anteriores sobre el manejo de su relación paterno filial con sus hijos adultos, lo primero es reordenarnos nosotros mismos como seres humanos y ya no como padres.

Inicialmente se necesita comprender que si nuestros hijos adultos necesitan su independencia, como padres también llegó la hora de recuperar la que perdimos durante el período de crianza. Sin embargo, algunos padres desarrollan tal sentimiento de apego a sus funciones parentales que entran en crisis cuando dejan de desempeñarlas o estas se transforman. Hay que combatir el ego, dejar de creernos los super padres y entender que la función como proveedores terminó. Es el momento de dejar de consentir a los hijos y comenzar a consentirse un poco uno mismo , dar los paseos pospuestos porque no eran suficientes las vacaciones escolares, leer los libros que no se leyeron porque tantas tareas domésticas no  dejaban suficiente tiempo para la lectura, etc. Si sus hijos adultos no son sus esclavos, usted no lo es tampoco de ellos. Con pena escucho a padres que afirman que luego de la salida de sus hijos del hogar, ellos pasaron a padres categoría B: "ve al super por pañales para el nieto", "ve a la escuela a recoger al nieto", "Ve y cuida a los nietos para que sus padres celebren el día del amor" y así una lista interminable que demuestra que se ha producido un tránsito del padre esclavo al esclavo padre.

Para los hijos como para los padres debe quedar claro que la función de padres proveedores culminó. A partir de ahora, ellos están bajo sus propias condiciones. Esto no significa que no va a existir una relación entre padres e hijos, pero es una relación que tiene sus límites. Usted estará disponible cuando lo necesiten, pero nunca esa necesidad será tal que usted ponga su vida en pausa para seguir la de sus hijos o nietos. Establecer esa relación en la cual hijos y nietos saben que sus antecesores son felices, autónomos, viven una vida en la cual ellos son contemplados como una parte importante pero no la única, es emocionalmente sano para todos.

En consulta de orientación he atendido a padres que demandan ayuda porque su hijo o su hija se va de farra y le deja a sus nietos, a veces durante días. En esos casos, la excusa es siempre la misma, " el pobre niño no tiene la culpa", tras esa excusa se sigue manteniendo la sobreprotección sobre el hijo o la hija adulta que no es responsable con los propios porque su respectivo padre o madre es el comodín que acuna su irresponsabilidad paterna o materna. Nunca he visto, pese a que llevo ya varios años desempeñándome como orientadora que al irresponsable se le plantee de manera firme, hoy no voy a cuidar a mi nieto porque tengo esta o aquella obligación. Parece que existe el temor a perder el afecto del hijo y el nieto con una negativa. Así he visto posponer aniversarios, celebraciones, etc. Ante esto pregunto, qué pasaría si usted viviese en una ciudad lejana, posiblemente su hijo/hija adulto debería buscar una alternativa diferente a convertirlo en el abuelo/abuela cuidador. Finalmente, existen instituciones oficiales ante las cuales deben responder las familias y no dejar desprotegidos a los niños. Si usted en su momento cumplió sus funciones como padre por qué solapar a sus hijos para que hoy no cumplan las suyas a cabalidad. Existen muchas formas de sobreproteger como padres a nuestros hijos, cuando son pequeños y en la adultez.

Si tiene hijos adultos o que se acercan a serlo, re/ordene sanamente sus relaciones con ellos. Plantéelas de manera diferente, establezca límites y aprenda a vivir con ellos.

Machala, 24 de febrero del 2023

 

You Might Also Like

0 comentarios

Deje aquí su comentario: