EL CONTROL COMO RASGO DE LA PERSONALIDAD Y EL CONTROL COMO CARACTERÍSTICA PATOLÓGICA EN ELLA
El problema de los rasgos de la personalidad, cuándo son normales y cuándo no, ha constituido desde el surgimiento de la psicología como ciencia, una preocupación para sus estudiosos. Poder identificar tempranamente los patrones y estilos de la personalidad y su nivel de funcionalidad, puede influir, a fin de que no lleguen a tener una cronicidad que genere un costo elevado en términos de la calidad de vida de las personas.
La personalidad supone un conjunto de rasgos o características específicas de una persona que son propias solo de ella, tienen un carácter estable, no las comparte con nadie más. Ellas regulan la conducta y se manifiestan a través de ella.
Cada personalidad es poseedora de un estilo propio, el cual determina la tendencia en que la persona va a actuar o pensar. Estas características no tienen una connotación patológica, sino que son lo suficientemente funcionales y flexibles que le permiten a la persona adaptar sus respuestas a las demandas de la situación o el contexto en el cual se expresan.
Millon (1994) plantea que en la personalidad existe un estilo más o menos distintivo de funcionamiento adaptativo mediante el cual se reflejan los modos específicos de adaptación del sujeto en un ambiente previsible. Cuando estos estilos indican un funcionamiento mal adaptado por deficiencias, desequilibrios y conflictos en la capacidad del sujeto para actuar en ese contexto, se manifiestan los trastornos de personalidad los que representarían diferentes estilos de funcionamiento mal adaptados para relacionarse con los ambientes con que se enfrenta la persona.
La personalidad según Millon (1994) se divide en tres áreas (Metas motivacionales, modos cognitivos y relaciones interpersonales), a cada una de las cuales le asigna diferentes rasgos de polaridad . En el área de las relaciones interpersonales uno de estos rasgos bipolares se refiere al sometimiento y el control en dichas relaciones. Justamente en ellos vamos a centrarnos para hablar de personas controladoras. Según este autor, los individuos que se relacionan con los otros a través del sometimiento, son sumisos ante los demás y están habituados al sufrimiento, en el otro extremo, los controladores son enérgicos, dominantes y socialmente agresivos. Se ven como intrépidos y competitivos. Ambiciosos y obstinados.
Todas las personas en algún momento de nuestras vidas somos controladoras, porque necesitamos regular nuestra actuación en relación al medio que nos rodea y no necesariamente por eso se nos puede tildar de que controladores patológicos, ni eso nos convierte automáticamente en malas personas.
Una persona demuestra ser controladora patológica cuando de manera sistemática y con intensidad establece los mecanismos necesarios para que todas las personas con las cuales se relacionan actúen en función de sus creencias y pensamientos. El comportamiento del controlador/a se orienta desde diferentes ángulos, abiertamente puede decir a los demás qué hacer y qué no hacer o de manera más discreta puede tratar de influir sobre los otros, incluso haciéndole sentir culpabilidad. Lo cierto es que ignoran las necesidades de los otros y siempre piensan en las propias por encima de cualquier otra consideración.
El ser del controlador
La personalidad controladora tiene serios problemas con su identidad personal y su autoestima. Suele ser alguien con altos niveles de ansiedad a la cual alimenta constantemente con su incesante búsqueda de supremacía y control. Casi siempre tras el deseo de controlar a los demás hay un trasfondo importante de inseguridad personal que le obliga a controlar a los otros para mantener un entorno que le sea familiar y en el que puedan sentirse seguros.
Algunas personas padecen lo que se denomina apego ansioso inseguro, estado que le provocan su ansiedad y su temor a lo desconocido. Muchas veces esta misma persona desconfía hasta de si misma, su tolerancia por lo nuevo es escasa y, en consecuencia, para recuperar algo de esta buscan regular su entorno de manera que logren sentirse cómodos en él.
Las personas controladoras tienen algunos comportamientos característicos que permiten reconocerlas:
1. Controla todas las situaciones: Las personas controladoras gustan de tomar ellos todas las decisiones sin dar oportunidad de elegir a las personas con las cuales se relacionan. Cuando esto sucede dentro de una relación amorosa, pueden acabar decidiendo hasta con quiénes se relaciona la otra persona, aspecto que daña bastante la relación.
2. No respetan la privacidad ni los límites del otro: Constantemente impiden que la otra persona tenga su propio espacio, se inmiscuyen de manera sistemática e impiden esa estructuración de un espacio personal que tanto necesitan las personas como expresión de su identidad . Puede afirmarse que la persona controladora anula la identidad de los otros.
3. Ejercen un monitoreo constante sobre las actividades de los demás: Intentan saber sistemáticamente qué hacen los otros e incluso puede pedir evidencias de lo que realmente está haciendo.
4. Promueven peleas innecesarias: Como forma de mantener su supremacía pueden incitar peleas como táctica de control. Lo que no puede aguantar una persona controladora es que se deje de apreciar su lugar y rol en una situación. Por eso, prefiere incluso un conflicto a no ser tenida en cuenta. El controlador no resiste dejar de ser el rey de la selva nunca ni ante nadie.
5. Manejo de las finanzas: Otra táctica de control que pueden emplear los controladores guarda relación con el control de los gastos. Lograr la dependencia económica del otro puede ser una táctica que provoque la sumisión. Al ser dependiente la otra persona deberá acatar con menos resistencia las regulaciones puestas por el/la controlador/a.
6. Promueven la soledad: La persona controladora busca hacerse indispensable para sus controlados, por eso, trata de aislarlo de terceras personas. Cuando en una relación amorosa, uno de los miembros de la pareja busca que el otro se separe de sus amigos habituales, posiblemente esté tratando de hacerlo más dependiente emocionalmente, por lo que podrá controlarlo conmás facilidad.
7. Manipulan las situaciones para adaptarlas a sus deseos: Las personas controladoras pueden usar el denominado gaslighting, llevando a que sean las otras personas quienes cuestionen lo que hacen. El controlador manipula los hilos de las situaciones, de modo tal que las otras personas no se dan cuenta y acaban sintiéndose culpables. Es necesario que se distinga entre el manipulador y el controlador, ambos rasgos se relacionan pero no son exactamente lo mismo. Mientras el manipulador puede ser alguien que induce cambios en una situación para satisfacer alguna necesidad, el controlador es un manipulador constante, no puede vivir sin manipular todas y cada una de las siuaciones que se generan a su alrededor. El manipulador manipula determinadas situaciones para obtener una ganancia secundaria. El controlador manipula siempre con la finalidad expresa de dominar el ambiente a su alrededor, construirlo a su imagen y semejanza y, por tanto, autoafirmarse en él.
8. Ejerce la monarquía de los celosos: La persona controladora debido a su inseguridad, con frecuencia es celosa y dichos celos le pueden llevar incluso a ejercer la violencia sobre los otros. Una persona controladora no tolera ni siquiera pensar que una tercera persona invade lo que considera su territorio (sus relaciones interpersonales) y hará lo que sea necesario para impedirlo.
Cómo actuar ante una persona controladora
Casi todos en algún momento de nuestras vidas hemos tenido que actuar ante una persona controladora, pude ser un amigo, un familiar o la pareja, es por eso que resulta importante determinar qué hacer en estos casos, ya que someterse, nunca será la mejor opción. El amor al poder de los controladores no tiene límites, por tanto, nunca puede hallarse equilibrio en una relación interpersonal de cualquier tipo donde una de las personas ejerza esta conducta y la otra se someta. Ceder ante ellos es solo cuestión de paz momentánea, pronto el controlador encontrará nuevos asuntos que reclamen su atención como formas de apretar el cordón con el que le tiene sujeto. Es por eso, que el control al controlador debe partir del tipo de dinámica que existe en la relación que se pretende corregir:
1. Cuando es una pareja controladora: En el caso en que se esté en una relación amorosa uno de cuyos miembros tenga rasgos controladores de su personalidad, es correcto cuestionarse si esto puede cambiar, si la respuesta es negativa, lo mejor es culminar la relación y sugerir a la otra parte que busque ayuda personal psicológica para mejorar su situación. En algunos casos como parte de su control ejercido, los controladores cometen abusos en sus relaciones. Cuando hay abusos, romper la relación es el mejor camino ya que nunca existirá la garantía de que la situación no volverá a repetirse.
2. Un familiar controlador: Puede tratarse del padre, la madre o un hermano/a, generalmente mayor. En estos casos, la firmeza de las opiniones propias, el saber sostenerlas con asertividad y poner límites claros y consistentes a la otra parte es el único modo de alcanzar una relación aceptable.
3. Amigo/a controlador/a: En este caso se debe tratar de conversar asertivamente del tema y poner los límites necesarios. Si esto no es respetado y la persona insiste en su actitud controladora, es conveniente cuestionar si realmente hay una amistad, posiblemente abandonar esa relación sea lo más prudente.
Cuando alguna persona necesita controlar a otras para mantener una relación, su actitud no proviene del afecto o el amor, sino del miedo y la inseguridad. Tratar de controlar a otras personas de manera sistemática es una actitud patológica. La persona que ha estado en una relación con un controlador/a con frecuencia necesita también ayuda personal psicológica pues su propia autoestima ha sido muy maltratada y en muchos casos no sabe cómo culminar una relación que le está provocando daño. Cualquier tipo de relación basada en el control y el sometimiento es altamente tóxica, de ahí que mantenerla es altamente cuestionable pues la salud mental de todos los implicados puede hallarse en juego, de ahí que, buscar ayuda profesional es de suma importancia para encontrar las herramientas más adecuadas de resolución.